“La desventura no ha logrado un colapso en el país de las pruebas, que siempre las vio llegar y les dio la cara”, escribía Gabriela Mistral con ocasión del terremoto de 1938, que tuvo su epicentro en Chillán, y que es tristemente célebre como el más mortífero de nuestra historia, con entre 20 y 30 mil víctimas fatales, según estimaciones de prensa.
A la distancia, desde el extranjero donde se encontraba, la hija de Elqui escribía compadecida con la suerte de la ciudad donde había estado apenas siete meses antes: “Lo catastrófico que llena las planas de los diarios de América, no ha sido, por desgracia, exagerado. Un tercio del territorio quedó dentro de la conmoción y las mejores ciudades de la zona, logradas a fuerza de civilidad corajuda, han padecido quebranto ligero o mortal. Pero Chillán, cuna de nuestro O‘Higgins esencial, fue realmente arrasada y hay que levantarla piedra a piedra; y la ilustre Concepción, santo y señor del Sur, de tan noble estampa, ha perdido barrios enteros y deberá reedificarse en buena parte”.
Clama la Mistral en su texto: ¡¡Siete veces destruido Concepción y otras siete veces destruido Santiago, y siempre levantados de nuevo!!
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